Tercer álbum de la banda liderada por los hermanos Mael. Sparks es quizás una de las bandas de culto más de culto que uno se puede echar a la cara, siempre a la vanguardia, siempre re inventándose, extremadamente influyentes para montones de bandas a su vez influyentes, pero que nunca han terminado de petarlo a nivel comercial. Yo conocía de refilón a Sparks como banda de synth pop ochentera (es fácil recordar a Ron Mael tocando el piano con esa actitud hierática y ese bigote de Hitler) pero desconocia su carrera en profundidad. Buscando listados de discos preparando este loco proyecto vi que en algún lado me salían Sparks como banda de glam, y así descubrí que tras dos discos de pop lanzados en EEUU con escaso éxito comercial, se mudaron a UK donde grabaron unos cuantos LPs dentro de la escena glam que tuvieron bastante buena acogida antes de su etapa electrónica ochentera de la mano de Girogio Moroder. Así que dije, “ok, me los apunto y les pego una oída”. Poco me imaginaba yo que me iba a encontrar unas OBRAS MAESTRAS ABSOLUTAS COMO UN CASTILLO DE GRANDES. Tras escuchar la pista uno de Kimono My House (This Town Ain’t Big Eonugh For Both Of Us) ya supe que me encontraba ante uno de mis nuevos discos favoritos de toda la vida. El sonido de Sparks en esta época es sumamente único, es ciertamente glam, con un poco de pop, mucha electrónica, algo de música barroca, letras inteligentes y graciosas muy particulares y voces de pito. Hay quien los compara con Queen, y tiene cierto sentido, pero en realidad tienen sonidos bastante diferentes aunque tengan puntitos en común (no deja de ser curioso que las dos bandas que no se parecen a nada se parezcan entre si).
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